Somos lo que creemos que somos

Somos lo que creemos que somos

Cada vez es más frecuente oir que la realidad nosotros la creamos con nuestras decisiones. Y es cierto: las decisiones que tomamos diseñan nuestro futuro… pero, ¿En base a qué tomamos esas decisiones?

La percepción y el entorno: ¿somos lo que creemos que somos?

La forma en que percibimos el entorno en que vivimos es la que define nuestra actitud frente al día a día.

Podemos percibir ese entorno como un lugar peligroso o lleno de oportunidades. Lo podemos percibir como un laberinto sombrío con muy pocas salidas, sin luz para ver claro, sintiendo que a todos lados llegamos tarde y que no quedó nada para nosotros, o por el contrario, a donde sea, llegamos siempre de primeros, sin importar lo que dejemos por el camino.

Todas esas percepciones van a generar un pensamiento. El pensamiento producido por la percepción del entorno, nos va a generar una emoción.

Sentimos miedo, alegría, rabia, tristeza, entusiasmo… La emoción le dará forma a la actitud. Y la actitud modelará las decisiones que tomemos.

¿Qué es más importante: actitud o percepción?

Como hemos sido condicionados para buscar fuera lo que necesitamos, para depender de otros para lo que queremos, entonces percibimos la realidad externa como una amenaza, como una lucha por llegar primero, por acaparar para nosotros todo lo que encontremos.

Vivimos aceptando acuerdos. Cuando somos pequeños asumimos las palabras del lenguaje, aceptamos las prohibiciones y dirigimos nuestros pasos hacia el horizonte al que acordamos llegar.

No somos libres pero perdimos la libertad porque estuvimos de acuerdo en perderla. Y lo hicimos sin saber: de la mano de nuestros padres, en la escuela, el colegio, en la iglesia… hasta que llegó el momento en que la domesticación, como dicen los toltecas, fue introyectada por nosotros, que continuamos nuestro camino sin necesidad de control porque aprendimos a auto domesticarnos. Somos lo que creemos que somos.

Tenemos una actitud ante la vida determinada por la percepción. Del entorno. De nosotros mismos. Pero esa percepción está equivocada, porque está construída sobre la base de múltiples acuerdos que no son ciertos: las reglas sociales, la religión, la política, la economía, las recompensas y los castigos.

Por tanto, nuestra percepción es también un acuerdo aprendido, que está errado, y que nos lleva a tener una actitud errada también. Es importante darse cuenta de esto para recuperar la libertad.

¿Es posible modificar la percepción?

Sí. Sustituyendo los múltiples acuerdos heredados por otros y aceptados por nosotros. Somos lo que creemos que somos. Pero olvidamos quiénes somos en realidad, y vinimos a este mundo desprovistos de ese conocimiento.

Y, ¿quiénes somos?

Somos lo que creemos que somos, pero en realidad, somos un pensamiento emanado de la fuente primordial. Como las gotas del océano, que cada gota forma el océano y el océano se encuentra en cada gota.

Todo es un pensamiento de esa fuente primordial. Nada existe fuera de esa fuente. Todo se encuentra en ella como información y la información se manifiesta como energía que vibra a diferente intensidad.

De la unidad salió la dualidad. Los polos opuestos son parte de la misma cara. Se complementan. Todo se limita a vibrar más o menos, más alto o más bajo.

Somos seres espirituales viviendo una experiencia material

Esa frase se ha puesto muy de moda con la new age, pero, ¿entendemos lo que significa?

En realidad, todo es información y energía. Cuando la información se expresa en energía vibrando de determinada manera, produce la ilusión de la materia. Por acuerdos vibratorios percibimos la materia de una forma y no de otra.

La misma frase: “somos seres espirituales viviendo una experiencia material”, nos puede llevar a asumir el acuerdo de que espíritu y materia están separados, cuando en realidad la única separación aparente son los grados vibratorios.

Ni siquiera estamos separados de la fuente primordial.

Esta fuente, o Todo, o Dios, es. Así: es. Es perfecta. No se siente sola. No está sola, pero es única. Nada existe si no existe en ella. No puede dividirse, sumarse ni restarse. Es una fuente creadora.

Crea mundos como pensamientos. Puede estar en dos espacios al mismo tiempo. Pero no hay espacio. No hay tiempo. Se manifiesta con su pensamiento. Se proyecta en líneas de tiempo aparentes para vivir diferentes experiencias. Esas proyecciones de su pensamiento somos nosotros, fractales del Todo, viviendo una experiencia única.

Podemos modificar el mundo en que vivimos

El mundo en que vivimos es una ilusión. No existe fuera de nuestro pensamiento. Existe cuando lo observamos. Por tanto, cada uno puede diseñar su propio mundo. Decidir qué entra en ese mundo y qué no.

En realidad, cada uno vive dentro de su propio mundo, pero como vivimos de forma inconsciente, llevamos los acuerdos heredados e impuestos por otros a nuestra propia realidad. Reproducimos el sueño de otros en nuestro propio sueño. El sueño de otros en este tiempo actual es una pesadilla para nosotros.

Cada uno de nosotros puede diseñar el mundo en donde quiere vivir. Para eso lo único que necesitamos es ser conscientes en todo momento, del aquí y el ahora. Estar alertas, sabiendo siempre que es dentro de nosotros en donde existe la realidad.

El problema al que nos enfrentamos es que desde niños nos enseñaron que estamos separados unos de otros, que lo de afuera existe como una realidad aparte, que esa realidad puede ser peligrosa, que no tenemos poder para enfrentarnos con nada y que la ayuda que necesitamos depende de otros seres que son más poderosos y estos deciden si nos ayudan o no.

Vivimos una realidad gobernada por el miedo dentro de la realidad creada por otros para su beneficio.

Si llegamos a comprender esto, podemos despertar, y poco a poco ir despertando  nuestro propio poder.

Visualizar lo que queremos conseguir, en dónde queremos estar, cómo queremos vivir, como si ya lo tuviéramos, impregnándolo todo con la emoción de un sueño cumplido.

Así de simple es.

Así de complejo también.

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